jueves, 5 de mayo de 2011

El conflicto en Medio Oriente entre israelís y palestinos


El conflicto en Medio Oriente entre israelís y palestinos

Sergio Daniel González T.*
Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras (UNAM-FFyL)

A manera de introducción

Para Edward Said el colonialismo europeo del Siglo XIX que dominó, explotó y reordenó el Oriente Medio se sustentó en una noción colectiva que expresaba una superioridad de la raza occidental sobre todos los pueblos y culturas no occidentales. Con esto, Occidente constituyó un imaginario sobre Oriente. “Oriente no sólo es el vecino inmediato de Europa, es también la región en la que Europa ha creado sus colonias más grandes, ricas y antiguas, es la fuente de sus civilizaciones y sus lenguas, su contrincante cultural y una de sus imágenes más profundas y repetidas de lo Otro” [1]

 En este sentido, en el imaginario cultural y social europeo, la relación con Oriente fue desde el principio una relación de poder y de dominación. El discurso sobre el cual se transmite esta visión en Oriente próximo es el de los árabes y el Islam como “atrasados”, “fanáticos religiosos” o “terroristas”. Pero esta visión por demás reducida y estereotipada, no sólo ha sido difundida por Europa, sino también por Estados Unidos.

 Mientras Europa a lo largo de su historia moderna impulsó grandes empresas coloniales desde el siglo XV con las exploraciones portuguesas y las ambiciones imperiales españolas en el XVI; Francia, Alemania, Holanda y Gran Bretaña se han encargado de consolidarlas durante la llamada Revolución Industrial. Aún más, en el Siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial y con la constitución de un orden bipolar (Estados Unidos vs. URSS), la hegemonía de Medio Oriente estuvo siempre asediada por extranjeros, pero desde la desintegración de la Unión Soviética, Estados Unidos se convirtió sin oposición en la única súper potencia mundial. La invasión norteamericana a Irak y su apoyo a la creación del Estado Nacional de Israel son expresiones de un afán imperial de hegemonía, dominio, control y explotación del Oriente Próximo.

 En el caso de Palestina, la construcción de Israel se asume como un proyecto inmerso en la modernidad, es el desarrollo de la civilización como contra discurso y antítesis de la barbarie, y ante esto, el proyecto de Estado en Palestina se ha discutido lo mismo en Washington que en Londres o en Telavit. Lo paradójico de esto es que la construcción de este Estado se discute desde una soberanía ajena a los propios intereses árabes en Palestina; ya que las discusiones se dan en foros internacionales controlados por las potencias mundiales donde el concepto de soberanía que a su vez toma tres esferas: control sobre la tierra, sobre el aire y sobre los recursos naturales debajo de la tierra, es lo que expresa el sueño israelí concebido como potencia hegemónica en Oriente próximo, pero a su vez es el reflejo de los intereses imperiales de la administración norteamericana.

 Bajo este contexto histórico, el presente trabajo lejos de llegar a hacer una análisis exhaustivo, simplemente pretende considerar los rasgos más significativos de la evolución de los conflictos en Oriente Próximo en dos etapas, una primera abarcará desde el término de la Primera Guerra Mundial hasta la crisis de 1948, a saber, el colonialismo europeo, su prolongación a través de una política de Mandatos, la penetración de la Organización Sionista Mundial en Palestina y la creación del Estado Nacional de Israel en 1948. Y una segunda parte que intentará abarcar desde 1948 hasta la época actual donde se enfatizará en los intentos del mundo árabe por construir una vía de desarrollo propia al margen de sus contradicciones internas, tales como el conflicto de Irak, el ascenso hegemónico norteamericano en Oriente Próximo y la expansión de Israel como nuevo eje imperial en la zona.

 Los objetivos a analizar son dos: el primero se enfoca en el análisis de los rasgos más representativos del estado actual del conflicto; a los cuales daré el nombre de puntos de inflexión y se desarrollarán en la primera parte del trabajo del trabajo que comienza con el colonialismo europeo en Medio Oriente y termina con la creación del Estado de Israel.

Pero por otra parte, el segundo objetivo versará sobre el estudio de los factores sociales que favorecen hoy en día la resistencia del pueblo palestino ante los ataques de Israel. Este objetivo se desarrollará en la medida en que las fuentes actuales favorezcan la investigación.

 A partir de ambos objetivos partiré para demostrar mi hipótesis de estudio que sostiene que Palestina ha generado a lo largo de los años del conflicto con Israel una resistencia histórica basada en factores de tipo social y religioso, y a partir de esta resistencia es posible generar un discurso al margen de la historia oficial promovida por Estados Unidos donde al apoyar a Israel apoya la lucha contra el terrorismo Talibán.

Por tanto es posible generar un contra discurso histórico desde Palestina capaz de servir como contra fuerte a la versión oficial del conflicto promovida por EEUU y materializada por Israel con el objetivo de mostrar a los interesados en el tema, que existen versiones no oficiales del conflicto donde día a día mueren civiles, mujeres y niños inocentes y que no es una lucha que tenga por finalidad desmantelar el terrorismo mundial sino que es una lucha que sistemáticamente destruye a un pueblo.

Los orígenes del conflicto: del colonialismo europeo a la creación del Estado Nacional de Israel en 1948.

 El Siglo XIX representa para Europa no sólo el auge de la Revolución Industrial, sino la consolidación de un proyecto de colonización en Medio Oriente, en algunas zonas de manera más directa que en otras, como en el caso de Argelia, Sudán, Libia o Palestina que estuvieron bajo un control directo de Europa; y en otras áreas como Egipto y Tunes, el control fue indirecto.

 El colonialismo mantuvo tres objetivos fundamentales: el primero fue la explotación desmedida de los recursos naturales y las materias primas de la región. El segundo fue la constante acción de no industrializar con el fin de mantener formas atrasadas de actividad económica y con ello formas de sujeción social y política en esas naciones. Finalmente, el apoyo a las élites nacionales en cada región con el fin de reprimir los movimientos de liberación nacional, lo que favoreció los antagonismos y la desunión en cada uno de los pueblos del mundo árabe.[2]

 La colonización será un fenómeno sistemático que  a principios del Siglo XX daría sus primeros frutos, ya que Europa le arrebataría los territorios del antiguo Imperio Turco-Otomano de una manera gradual. Pero este proceso se vio parcialmente interrumpido con la Primera Guerra Mundial cuando el Imperio Turco despertó el apoyo de las poblaciones árabes colonizadas mediante un discurso religioso y nacionalista que sería la contraparte de un discurso político e institucional que utilizarían las potencias europeas. Pero al finalizar la Primera Guerra Mundial, el discurso europeo se alzaría nuevamente con la victoria a través de los acuerdos de Sykes-Picot de Mayo de 1916 que en pocas palabras terminó por repartir Medio Oriente entre Francia y Gran Bretaña. Así como la autoridad que se le concedía a Gran Bretaña para poder llevar a cabo la Declaración Balfour en la cual los ingleses se comprometerían a crear un Estado Nacional Judío en Palestina a favor de la Organización Sionista Mundial presidida en aquel entonces por Chaim Weitzmann.

 Una vez que se fijaron las condiciones políticas del dominio europeo en Medio Oriente, el periodo de entreguerras posicionó a los franceses y a los ingleses a través de una política de Mandatos. Así como mediante la penetración de grandes compañías petroleras con intereses de privatización de los recursos del oro negro. Y finalmente la creación del Estado de Israel como guardián de los intereses coloniales en la zona.

 Desde la perspectiva de los sionistas, la labor de Francia y Gran Bretaña en Medio Oriente no era vista como una colonización sino como un movimiento de emancipación e independencia de los judíos en virtud de las históricas persecuciones sufridas a causa del antisemitismo occidental. Mientras que para la población árabe asentada en el territorio representó a todas luces una invasión, una colonización e incluso un abuso de Occidente en Oriente.

 Y es que la creación del Estado en Israel representaría el punto más álgido de esta contradicción Occidente vs Oriente. Para Dan Diner, por ejemplo, “El propósito de crear tal Estado era ya peculiar porque la población judía que debía alcanzar su independencia nacional en él, no se hallaba en el lugar de la pretendida fundación estatal, más aún: el país de Palestina en donde debía erigirse la soberanía nacional judía estaba ya habitado. Habitado por hombres de otra lengua, otra cultura y otra afiliación religiosa, atributos que no podían responder y se contraponían a la nacionalidad judía que se pretendía establecer en el país.”[3]

 Aquí encontramos el primer punto de inflexión hacia la construcción de un contra discurso palestino que se erige al margen de la historia oficial del movimiento sionista, que en el fondo también es la historia oficial de la ambición europea en Medio Oriente. Así mismo, podemos ver el primer eslabón de resistencia social basado en los distintos movimientos de liberación que se opusieron al proyecto sionista de erigir el Estado Nacional de Israel. La relación profunda que se da entre el colonialismo visto desde la Palestina árabe y el movimiento sionista desde la perspectiva israelí se materializa en la penetración y expansión de las grandes compañías explotadoras de petróleo.

 El sionismo en su vertiente política más acabada es el reflejo de un ultra nacionalismo judío en el que se pregona la emigración hacia un país subdesarrollado (Palestina) para fundar ahí un Estado Judío. Es como lo comenta Nathan Weinstock “semejante ideología evidentemente no podía aparecer más que en la época imperialista, y se sitúa manifiestamente en la prolongación de la expansión colonial europea.”[4]

 Lo cual nos lleva a pensar que el discurso sionista es también un discurso europeo y que por tanto, la visión de la colonización no sólo es una visión que se comparta en Palestina, sino que tiene que ser a un tiempo la pauta para marcar un balance historiográfico crítico en la reestructuración e interpretación de la historia contemporánea de Medio Oriente. Por eso no podemos a nivel historiográfico quedarnos con la visión puramente colonial sin explicar el enfoque nacionalista del sionismo en la construcción del Estado de Israel.

 De esta manera podemos definir que el conflicto en Oriente Próximo es la prolongación regional del conflicto local en Palestina, principalmente en cuanto a los movimientos de unificación árabe en los momentos de su fase culminante en las décadas de 1950 y 1960, así como las tensiones entre los regímenes árabes y las diferentes alianzas extra regionales con las potencias de Occidente. En este sentido podemos hablar de una prolongación de un conflicto local a un conflicto internacional.[5]

  Ya que los intereses de los ingleses no sólo implicaban la creación de un Estado sionista sino el control de sus recursos energéticos, específicamente el petróleo, de esta manera la declaración Balfour implicaría también la explotación de sus recursos petroleros en Palestina, en virtud de que el nuevo Estado quedaría bajo la protección de los ingleses y a su vez la población sionista en Palestina sólo sería utilizada como “carne de cañón” ante la avanzada colonial inglesa y europea, lo cual condena al sionismo a amoldarse a un colonialismo clásico.[6]

 Los mecanismos mediante los cuales la Organización Sionista Mundial actuaría en Palestina serían la compra de tierras a los árabes y prohibiéndoles expresamente enajenar las tierras adquiridas en manos de estos, ya que desde su adquisición las tierras serían tierras nacionales en el proyecto israelí. Así mismo, en el ámbito laboral se comenzó a restringir paulatinamente el empleo a los árabes y únicamente se aceptaba a trabajadores judíos.

 De esta manera los sionistas hacia 1947 habían adquirido el 6.6% del suelo palestino[7]. Esta progresiva colonización de Palestina por parte del movimiento sionista llevaría al conflicto entre la población árabe asentada en Palestina y la población judía venida de fuera y estimulada por las persecuciones y exterminios de los nazis en Europa. Este sistema implementado por los ingleses y los franceses en el cual la población judía encontraría un hogar propio en las tierras de Palestina fue conocido como Mandato y durante sus primeros años no encontró mayor resistencia de los árabes asentados en Palestina.

 Pero con el avance del movimiento sionista en tanto a la adquisición de tierras y la exclusión de fuentes de trabajo para los árabes, también se empezaron a recortar espacios de participación política para los árabes; que hasta la década de los treintas representaba una mayoría en el territorio de Palestina, pero a partir de la segunda mitad de esta década y hasta el término de la Segunda Guerra Mundial, la densidad demográfica de los judíos que venían de fuera empezó a aumentar considerablemente.

 De esta manera, la creación y el ascenso de nuevos partidos políticos, la formación de una ideología árabe, la difusión del socialismo y la independencia de Líbano e Irak serían lo que Carmen Ruiz ha llamado “la causa del arabismo” cuyo símbolo se encuentra en Palestina. De tal suerte la Gran Revuelta Árabe de 1936-1939 responde a la exigencia de los medios legales para impedir una subordinación política de los árabes ante los sionistas y a frenar el hecho de que el pueblo árabe fuese cada día más una minoría en su territorio.[8]

 La Gran Revuelta Árabe es el segundo punto de inflexión donde la resistencia Palestina materializa nuevamente su actuar en busca de la preservación de sus derechos políticos. Sin embargo, a pesar de la fundamentación de los argumentos árabes a favor de un Estado plural y representativo donde sionistas y palestinos pudieran compartir el mismo espacio de acción público. Los ingleses quienes tenían la potestad de ejercer el Mandato ante las acciones desarrolladas durante la Segunda Guerra Mundial propusieron como remedio al conflicto una prolongación del Mandato para después establecer en Palestina un Estado binacional que garantizara los derechos e intereses de ambos pueblos.

 Pero esta resolución no fue aceptada por ninguno de los dos pueblos  sólo contribuyó a acentuar más el conflicto. La Organización Sionista comienza a presionar a sus aliados coloniales para poder proclamar su Estado Nacional de Israel y al interior de Palestina comienza una política militarista de desarraigo,  expulsión y alquilamiento sistemático de la población Árabe. Esta perspectiva que legitima el colonialismo comienza a escribir un tipo de historia propia fundamentada en la deslegitimación y negación de la memoria histórica Árabe. Así, el 15 de mayo de 1948 se crea el Estado de Israel y es la fecha en la cual se marca el inicio de los conflictos en Oriente Próximo.

El Estado Nacional de Israel y el conflicto con Palestina y Oriente Próximo de 1948 a la primera década del siglo XXI

 Los acontecimientos de los años 1947 a 1949 fueron conocidos por los Árabes palestinos como la Catástrofe de An-Nakba, pero para los israelíes representó la guerra de independencia. En este punto encontramos el ejemplo más claro del uso y abuso de la historia oficial en detrimento del contra discurso histórico. La historiografía israelí de la segunda mitad del siglo XX ha tratado de justificar las muertes, las vejaciones y los abusos cometidos al pueblo Árabe desde la óptica política de la “limpieza étnica”. Esta idea señala que la población palestina no fue expulsada por la fuerza, sino que abandonó el territorio respondiendo a un llamado de los dirigentes árabes para preparar a la población para la guerra contra Israel.

La nueva escuela historiográfica israelí encuentra sus representantes en los escritos de Benny Morris, Avi Shlaim, Liann Pappe y Simja Flapán; que mediante una serie de documentación oficial basada en la apertura y acceso a la información pública de los Archivos Nacionales de Israel en la década de los 80’s en el siglo XX, han podido consolidar un discurso que hoy en día es aprendido en las escuelas públicas de Israel.[9]

De esta forma la legitimación al colonialismo y el desarraigo árabe en Palestina sería parte de un proceso  político que tenía como objetivo limpiar el interior y las áreas fronterizas del territorio sionista; pero más aún esta expulsión masiva de árabes, no la interpretan ni como un crimen de guerra, ni como una deslegitimación y/o negación “del otro”. Por esto los estadounidenses justificarían las acciones de Israel en cuanto al exterminio y expulsión desde su propia memoria histórica, ya que para ellos la Nación Norteamericana sólo pudo ser lograda a partir de la erradicación de los indios norteamericanos. Y de la misma forma el Estado de Israel sólo pudo ser posible a partir de la erradicación de los palestinos. Aquí encontramos una primera forma de intervencionismo norteamericano en Israel desde la justificación y legitimación de la historia del pueblo israelí y a su vez, un primer descontento con la Gran Bretaña tras promover un binacionalismo en Palestina. Binacionalismo al cual se opondrían tanto palestinos como israelíes.

De esta manera la influencia de Occidente en la visión que hasta aquél entonces se tenía en torno al pueblo Árabe y al Islam se vería radicalmente transformada bajo expresiones que implicaban que los palestinos tenían una visión del mundo carente de cualidades morales y políticas, que su espíritu era inferior al de Occidente (Israel se asume como parte de este Occidente “superior”). Así, los palestinos serían una sociedad vengativa, bárbara, salvaje y ajena a la libertad, a la democracia y al capitalismo. Así, Europa, Estados Unidos e Israel se encargarían de difundir por el mundo lo negativo del Islam, lo tribal de su cultura y la concepción de que en la sociedad Palestina se gesta el terrorismo (más adelante veremos las implicaciones de este término).

Con el paso del tiempo, específicamente en los años que van de 1947 a la década de los 70’s, el conflicto que empezó como una disputa local entre dos pueblos: judíos y árabes, comenzó a involucrar los intereses de las otras naciones que circundan Palestina. Ya que los estados del Medio Oriente tuvieron que enfrentarse a la problemática de la inmigración de la población árabe exiliada de sus tierras, llevando consigo problemas de carácter económico, social y en algunos casos de tipo cultural.

De esta manera, estados como Egipto y Jordania, se unieron al esfuerzo judío de contener a los palestinos fuera de las fronteras de Israel, principalmente para evitar un conflicto de Estado. Sin embargo, los esfuerzos de Egipto resultaron contraproducentes, debido primordialmente a la brutalidad de sus acciones, generando en 1956 que Inglaterra, Francia y hasta el mismo Israel, iniciaran un ataque en su contra, que según Dan Diner obedeció más al interés de los ingleses por recuperar el canal de Suez, de Francia por acabar con la guerra de liberación en Argelia y de Israel por terminar con los golpes de Estado del nacionalismo Árabe.

Lo que antes de la Segunda Guerra Mundial como el Estado de Palestina, terminó tras el involucramiento de las naciones de Medio Oriente, de Europa y de Estados Unidos, con un reparto territorial entre Israel, Jordania - país al que se le dejó el control de las montañas en torno a Jerusalén, o sea, lo que se conoce ahora como Cisjordania – y Egipto, que ocupó la franja de Gaza.

Este mismo sistema de Estados en Oriente Próximo en la década de los sesentas parecía estable pero una serie de confrontaciones bélicas hizo ver sus carencias. La primera muestra la tenemos en la guerra de los Seis Días en 1967, entre árabes (coalición entre Egipto, Jordania, Siria e Iraq) e Israel. El conflicto comienza en junio de 1967 con los ataques que comandos palestinos realizan desde Siria y Jordania hacia Israel y que provocaron fuertes represalias por parte de este último.  Finalmente, la guerra culminaría con la victoria de Israel.

Otra sacudida violenta fue el conflicto de Yom Kipur o del Ramadán que volvió a enfrentar a Israel y al frente Árabe, y que representaría un punto de inflexión en el conflicto ya que esta vez intervendría un frente militar de paz por parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)  para dirimir el conflicto. Sin embargo, más allá de esta guerra; sustancial es señalar el hecho de que a raíz de este conflicto se desata en Medio Oriente un efecto dominó que llevaría a la guerra civil libanesa, que duró desde 1975 a 1990, otro fue la creciente violencia de facciones en Turquía, a la que sólo una tercera intervención militar, en 1980, pudo poner fin.

Así mismo, el derrocamiento del Sha de Irán como re­sultado de un largo proceso de desobediencia civil que acabó por encontrar a su líder en el Ayatollah Jomeini. Y, finalmente, la más reciente confrontación bélica en la región la presentó el colap­so de la Unión Soviética, ya que con la constitución de un sistema internacional unipolar en manos de EEUU, el mundo ahora está en vías de una mundialización y homogenización social no solamente en Occidente, sino también en Oriente. Eso es la lectura que parece dejarnos los acontecimientos en la Iraq de Hussein y la nueva política israelí del apartheid en Palestina.  

La creación del Estado Nacional judío por Israel mediante el frente sionista tuvo con el paso del tiempo diferencias profundas, tanto al interior del mismo territorio como al exterior. No es objeto de este trabajo profundizar en cada uno de estos conflictos, pero en cambio señalaré que Israel, una vez que rompe con sus primeros aliados ingleses y franceses de occidente al anteponer sus intereses nacionalistas a los intereses que las potencias internacionales pusieron en Oriente Próximo, especialmente la obtención de recursos naturales como el petróleo y una posición estratégica en la geografía árabe.  Encontrará en Estados Unidos al aliado ideal ya que éste lo dotaría de armamento y capital económico para llevar a cavo sus fines de creación del Estado de Israel. A cambio EEUU se posesionaría estratégicamente como punto de control estratégico en Oriente Medio y le otorgaría ventajas a la larga en la Guerra Fría, aunado a esto hay que agregar la importancia geopolítica y la abundancia de recursos energéticos como el petróleo.

Ambos aspectos, esenciales para el desarrollo imperialista norteamericano, no encontrarían un obstáculo por parte de los israelíes sino hasta 1973, cuando éstos comienzan a afianzarse mejor en su territorio y a concientizarse más de la importancia de sus recursos energéticos y en especial del petróleo, pero desde entonces este vínculo estratégico norteamericano, aunque no de ocupación territorial, ha prevalecido hasta nuestros días en Israel y en Oriente Medio de una manera más sutil. 
La gran coyuntura en Oriente Medio: la Guerra del Golfo Pérsico

Sin lugar a dudas, uno de los acontecimientos más emblemáticos del corto siglo XX en Oriente Medio fue el de la intervención norteamericana en Iraq, tras la ocupación de este último del territorio de Kuwuait en 1990, acontecimiento  al que se llamó la Guerra del Golfo Pérsico. Esta Guerra marcaría una nueva forma de hacer violencia por parte de EEUU ante su nueva supremacía mundial, es la forma en que se demuestra que las Armas de Destrucción Masiva son, permítaseme el término, realmente de destrucción masiva y que están en control de la única superpotencia y además que el nuevo Imperio no está dispuesto a dejar ninguna duda de esto en Medio Oriente. “Los Estados Unidos veían cualquier debilitamiento en su supremacía global como un reto a ella”.[10]

Quisiera detenerme un momento en este conflicto ya que desde mi punto de vista marcaría una coyuntura histórica y un cambio de viraje en la explotación e intervención de las potencias mundiales en Oriente Medio, la estafeta no solamente pasará de Europa (Gran Bretaña especialmente) a los Estados Unidos, sino con ello también en las formas como se ejecuta la sujeción del mundo árabe islámico desde Occidente, ya que desde este momento la penetración ideológica a nivel mundial del discurso del “terrorismo” marcaría el fin del siglo XX histórico entre Oriente y Occidente e inaugurará una nueva forma de imperialismo más sutil y no por ello menos efectiva que el viejo colonialismo europeo del siglo XIX.

Es un tipo de imperialismo fundado en el intervencionismo y difundido mediante un discurso de sometimiento “al otro”, y de violentar sistemática y ralentizadamente la memoria histórica de estos pueblos a través de un discurso mediatizado por las principales cadenas de noticias del mundo y que son las mismas que se mantienen bajo el control de las potencias mundiales, por tanto obedecen a sus intereses. Es aquí desde donde la visión histórica construida desde el contra discurso de Oriente Medio es necesaria y se justifica en su elaboración historiográfica,  ya que hoy en día en Occidente solamente es posible expresarse  desde la oficialidad de una historia construida esencialmente por EEUU. Primero como superpotencia hegemónica y en seguida como discurso de legitimación mundial de este objetivo y de justificación de sus acciones no solo para Oriente Medio sino para el mundo en general. Por esto es importante detenernos un poco en la coyuntura mundial que representará la Guerra del Golfo.

Se conoció como Guerra del Golfo u Operación Tormenta del Desierto, a la batalla librada por Iraq contra un contingente militarizado de 34 naciones lideradas por Estados Unidos, quienes entraron en conflicto una vez que Iraq anexo Kuwait a su territorio. La guerra comenzó cuando el 2 de agosto 1990 Iraq invadió a Kuwait. El reclamo de Iraq se fundamento en un derecho de propiedad sobre la tierra que data desde el Imperio Otomano, cuando según mapas de la época Kuwait perteneció a la provincia de Basora.  Otro argumento fue que Kuwait robaba el petróleo de los yacimientos de Iraq en Rumaylak desde 1980.

Finalmente, en agosto de 1990 las tropas de Iraq cruzaron la frontera de Kuwait y comenzaron la ocupación de puntos estratégicos en todo el país; incluso ocuparon el palacio del Emir.  El ejército de Kuwait fue derrotado pero las fuerzas aéreas lograron escapar hacia Arabia.  Como respuesta a estos sucesos el 16 de enero de 1991 una coalición internacional encabezada por Estados Unidos y con el auspicio de la ONU. Inició una campaña militar con el fin de replegar al ejército de Iraq de Kuwait. El contingente desplegó naves militares, portaviones, infantería y fuerza aérea. Iraq, tenía un contingente menor que el de los aliados, pero su fuerza radicó en armas biológicas que los mismos Estados Unidos habían entregado a Iraq en su lucha contra Irán.

Inicialmente la campaña se llamó escudo del desierto con el tiempo y el avance de la coalición se llamó la tormenta del desierto ya que el avance de los aliados fue tan contundente que mermaron rápidamente las líneas defensivas Iraquíes. La campaña inició el 17 de enero con un fuerte bombardeo a Iraq de misiles crucero Tomahawk disparados desde barcos en el Golfo Pérsico y en el Mar Rojo, los objetivos fueron el ministerio de defensa, la dirección de inteligencia militar, cinco estaciones de teléfono, el Cuartel de la fuerza aérea y una fábrica de misiles Scud.

Así, tras una semana de ataques aéreos la coalición anunció la destrucción de la fuerza aérea de Iraq y ésta solamente reportó la baja de una base aérea en Arabia que fue alcanzada por artillería Iraquí. El fin de la guerra llegaría con la victoria de los aliados y la ocupación de Estados Unidos del territorio de Iraq, donde mantendrían el gobierno de Saddam Hussein, líder político de Iraq, pero no sería sino hasta una década después de estos conflictos cuando EEUU vuelve a insistir en la intervención a Iraq, pero ahora, en pleno siglo XXI, el pretexto sería la proliferación de Armas de Destrucción Masiva (ADM) y crímenes de lesa humanidad imputados a Hussein.

Una comitiva formada por los norteamericanos y la ONU entró en el territorio para indagar la presunta existencia de estas armas, la realidad es que las ADM nunca fueron encontradas y la imputación de los crímenes por genocidio no fueron comprobados realmente, sin embargo ambos cargos no se desahogaron y como tal no se pudo demostrar lo contrario de estas acusaciones. Lo que vemos entonces fueron evidencias de testigos protegidos y declaraciones de supuestos testigos que sirvieron de “chivo expiatorio” a las cortes americanas para sentenciar a Hussein.

El pueblo de Iraq tendría que someterse a la invasión de Estados Unidos y al encarcelamiento, juicio y sentencia en cortes americanas de su líder político, tan solo para verlo morir en la horca. Bajo este esquema de “justicia americana” ¿Qué garantías reales ofrece Occidente a Oriente cuando hemos visto la vejación de pueblos enteros en Oriente Medio que sucumben a las ambiciones cuando no europeas, de Israel o recientemente de Estados Unidos? Es claro que a todas luces sus intereses son estratégicos y de explotación de los recursos energéticos, especialmente el “oro negro”. Pero aun con esto ¿se justifica la “expansión” de la democracia y del capitalismo al lado de la muerte y destrucción de pueblos enteros?, ¿quiénes realmente son los terroristas, quiénes los asesinos?

Israel extiende sus redes en Oriente Próximo

La guerra del Golfo de enero-febrero de 1991 y sus secuelas en el siglo XXI a más de 10 años de distancia, en la que Estados Unidos, Gran Bretaña, Fran­cia y varios aliados árabes concertaron expulsar a las fuerzas iraquíes que habían ocupado Kuwayt en agosto de 1990. Reconfiguró la realidad social de Iraq y del mundo después de 1990, especialmente la realidad economía en el mundo islámico como un sistema de élites tecnocráticas.

Primero, tras la derrota de Iraq y la ocupación de EEUU y las demás potencias del territorio Iraquí es un hecho que el despotismo y el abuso de autoridad no se hicieron esperar hasta el aniquilamiento total del régimen de Hussein. En palabras de Gilbert Achcar “(...) des­pués de 1990, que, a la inversa de la evolución general del planeta, la variante árabe del nuevo orden mundial reposa sobre el despotismo.”[11] Esa será la configuración nueva que cobrará Medio Oriente en el imaginario de Occidente y ese mismo será el discurso que la superpotencia norteamericana comenzó a difundir junto con sus ideas de expansión de la democracia, del neoliberalismo y, desde luego, del capitalismo.  

Así, en segundo lugar, en cuanto al aspecto económico del sistema capitalista se refiere, en el islamismo del mundo Árabe encontramos que tanto Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto y Siria incentivaron su desarrollo mediante  sectores importantes de las élites tecnocráticas y burocráticas que degeneraron en burguesías empresariales, articuladas tanto en el capitalismo privado como en la economía sumergida, en donde como señala el mismo Sami Nair “(…) prebendas y todo tipo de tráficos se dan la mano. “ [12]

 Esto es sin lugar a dudas lo que explica la actual realidad social, política y económica de estas naciones que perecieron en las redes del capital y no pudieron transitar al profundo proyecto de unidad en Medio Oriente que en vida planteó y persiguió Yaser Arafath, lo mismo en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que en su actividad como político y como activista social en la región.  

El año de 1982 sería crucial para el movimiento palestino e israelí, que lejos de encontrar una solución a su conflicto histórico, había encontrado en las ambiciones imperialistas de Estados Unidos un catalizador de la violencia. Una muestra de esto la vemos en la actitud del entonces ministro de defensa de Israel, Ariel Sharon, quien se embarcaría en la aventura de “crear un nuevo orden” en Oriente Medio tras pretender la destrucción definitiva de la OLP y mantener el control permanente del sur del Líbano. Finalmente, el Líbano seria doblegado ante el hierro israelí, de una manera por demás brutal y sanguinaria. 

La OLP respondió a estas agresiones en Líbano por parte de Israel dejando las armas y conformando el Consejo Nacional Palestino de 1988 donde entre otras cosas se acordó lo siguiente: la división de la Palestina histórica en dos Estados independientes y la creación de un Estado Palestino “nuevo” con el lado Occidental del Jordán, la Franja de Gaza y Jerusalén Oriental. Así, el conflicto palestino e israelí parecía encontrar su final con la firma que sustentó estos acuerdos en Oslo, Noruega en 1993.

Sin embargo, el discurso que pregona hoy en día Israel en manos de Ariel Sharon, se regenera a sí mismo de una historia que comenzó el 15 de mayo de 1948 “Al día de hoy, no cabe duda que con esta analogía quiere decirse que la limpieza étnica no llegó a completarse en 1948 y que los palestinos conservan todavía demasiado territorio”. [13] Y por más irónico que parezca, con esto los conflictos entre Israel y Palestina, se avivan nuevamente en la primera década del siglo XXI al intensificarse por parte de Israel el llamado proceso de “redención de la tierra”, aunado a la ocupación y colonización de Palestina que continua sin cesar a través de los asentamientos ilegales de colonos en la Franja de Gaza y Jerusalén principalmente.       


Las condiciones actuales del conflicto: Medio Oriente y Occidente ¿combatientes ilegales?

Con el inicio del nuevo milenio, Estados Unidos también inició una forma de combatir y estimular sus deseos de ambición imperialista en Medio Oriente. Y es que desde los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, jamás habíamos visto en la historia contemporánea de la humanidad una mediatización tan exitosa del discurso norteamericano de exclusión ante “el otro”, no como persona, ni siquiera como rival de guerra a quien en la época helénica y romana imperial se le debía el respeto y el temor ganado en combate. No, ahora no, ahora el discurso de la guerra, sus códigos mismos habrían de cambiar;  ahora Medio Oriente es visto como un eje del mal donde “terroristas” como Osama Bin Laden quieren quebrantar el orden mundial y la paz impuesta por EEUU. Ahora el eje del mal es el enemigo no solamente de Washington sino del mundo entero y la misión del Imperio será desde entonces la de proteger a sus subordinados para restaurar nuevamente el orden y la paz que imperaron desde el fin de la Guerra Fría.   

El 3 de febrero del 2002 el entonces Secretario de Defensa de los Estados Unidos Donald Rumsfeld, define a los escuadrones militares del Talibán y de Al- Qaida como “unlawful combatants” (combatientes ilegales); [14] y a partir de este momento encontramos una postura clara por parte de las líneas de defensa norteamericanas por querer diferenciar entre los prisioneros en la bahía de Guantánamo, que durante muchos decenios ha servido como el gran corral yanqui de prácticas de tortura inhumanas sobre prisioneros de guerra de Afganistán, con un status “normal” (ladrones, asesinos, violadores o traficantes) de prisioneros capturados en guerra y que se identifican como una amenaza terrorista para la humanidad.

Al ladrón, al asesino, al traficante y a tantos otros prisioneros “normales” se les consideró criminales sujetos a proceso pero dentro de la ley, en tanto que al Talibán se le excluiría e incluso se le privaría de este estatus al considerarle un unlawful combatants, un no criminal, un combatiente que se bate en el campo sin ley alguna y por tanto no está dentro de la ley y como tal no es un individuo sujeto a proceso penal.

El concepto de unlawful combatants emana de una idea que se está gestando en el contexto de una “guerra” que no tiene más enemigos que el terror norteamericano al fundamentalismo islámico, este concepto y todo lo que él encierra brota de un espacio que representa una concentración de conciencias tal como representó la figura del “campo de concentración” o de los “ghettos” en la Alemania nazi para el pueblo judío. Dentro de esa concentración de conciencias el transito del concepto a la idea para poder definir y enmarcar al Talibán denota un severo proceso de elección y de riesgo, quien tiene el control sobre este espacio tiene la capacidad de elegir, mientras que “el otro”, aquel que ni siquiera es un criminal en plena “normalidad” simplemente asume el riesgo.

Al respecto podemos mencionar los ejemplos del juicio a Saddam Hussein y de los ataques sistemáticos a Cisjordania, dos ejemplos de cómo el llamado terrorismo detona el actuar del “combatiente ilegal” en el espacio de concentración de los vencedores, espacio donde se degrada la capacidad política de un sujeto a partir la construcción de un concepto que implica también la construcción y la concentración de un ghetto moderno para apandar al terrorista no criminalizado en una guerra de terror por parte de quien ejerce la fuerza mundial por las armas.

El primer ejemplo claro de cómo el “terrorista” asume el riesgo de las elecciones del otro lo encontraremos en la escena que vivió el llamado “proceso penal” de Saddam Hussein con una Corte creada por los vencedores en la invasión a Iraq del 2003 y que terminaría por sentenciar a la horca a Hussein. El ex presidente de los EEUU George W. Bush, en algo que realizó a la perfección durante su mandato, justificó la invasión y la muerte del ex mandatario de Iraq a través del supuesto terrorismo que éste practicó, mediante la proliferación de Armas de Destrucción Masiva (ADM) y a través de la acusación de crímenes de lesa humanidad por parte de la Corte de Apelaciones Iraquí creada ex profeso por los yanquis para juzgar al ex líder iraquí. 

El segundo ejemplo lo vemos en los sucesivos hostigamientos al territorio de Cisjordania cuando el ejército Israelí, por cierto apoyado y armado hasta los dientes por EEUU, ataca a la infraestructura civil y de seguridad palestina de una manera incesante al extremo de acribillar a civiles y policías palestinos por igual. Aquí, el espacio de concentración lo define Israel mediante operaciones bélicas “antiterroristas” que al toparse con la resistencia palestina, simplemente termina por justificar sus actos al degradar todo estrado de defensa palestina en Cisjordania en aras del “terrorismo de Estado” que no deja de ser más que una idea en el inconsciente israelí, pero una idea que imprime la elección de no asumir el riesgo de los daños ya que los daños los asume palestina en virtud de su “terrorismo” por demás de facto.

Esta es una guerra donde el embate bélico asume la sombra cautiva del silencio porque el enemigo no está definido más allá del imaginario colectivo del opresor, el ghetto del combatiente ilegal hace que la figura del “enemigo” pierda todo estrado de soldado o de criminal ya que el terrorista de Al-Qaida desde la caída de las Torres Gemelas se presentó en la esfera mundial como acciones terroristas y no como acciones políticas. Este apolitismo que concentró y concentra aun EEUU en torno a su “campo de concentración mental” hace que bajo la careta del terrorista se esconda la sombra del combatiente ilegal que es borrado del plano político universal para ser obligado a proyectarse en el plano del espacio de concentración yanqui como un ser sin derechos que como tal no tiene derecho ni siquiera a la vida.  

Recientemente fuimos testigos de una gran estulticia cuando el presidente Barack Obama recibió el Premio Nobel de la Paz por su supuesto papel decisivo en la guerra contra el terrorismo, defendiendo la guerra “necesaria y justa” al más puro estilo de la política orwelliana de la “guerra es la paz” se hace realidad en manos del imperio más poderoso del mundo, de aquí que EEUU encuentre una justificación plena para entablar una guerra frontal contra el Talibán. 

La invasión a Irak fue un ejemplo de la más grande ambivalencia nunca antes vista, la guerra y el humanitarismo. La guerra con todo y sus atrocidades, con todo y ese espectro de devastación, muerte, hambre y ruina frente a la ayuda humanitaria para sopesar sus efectos por demás funestos y devastadores a cargo de una misma nación, o quizá debamos decir superpotencia encargada de establecer un pretendido new world order “nuevo orden mundial”, un orden donde no habrá más un Oriente Próximo con Talibanes terroristas y fundamentalistas islámicos, donde la superpotencia invade a diestra y siniestra, controla voluntades y reconstruye nuevamente pueblos bajo un orden democrático, neoliberal y capitalista, ese fue precisamente el destino de los iraquíes y ese mismo parece ser el de los afganos cuando diez días antes de recibir el Nobel de la Paz, Obama ordenara el envío de 30, 000 soldados más a la guerra de Afganistan. [15]

Estados Unidos ha hecho posible que la Guerra y la Paz tal como la describió o ¿vivió? Tolstoi, en su brillante novela La guerra y la paz, no sea más que un simple recuerdo ahora conciliable, posible y plausible en sus manos, cuando de imaginó Carlomagno, Alejandro Magno, Napoleón o Hitler el poder para destruir y construir un espacio en una misma campaña bélica y humanitaria a la vez contra combatientes ilegales. Ahora lo mismo da bombardear ocupaciones civiles que bases militares o infraestructura de seguridad bien en Cisjordania que en Afganistan, de ellos es la elección, de los talibán asumir el riesgo de un exterminio que tenga que garantizar el suministro de víveres y medicamentos al resto de la población que expectante, temerosa, aterrada solo contempla el vuelo de aviones norteamericanos sin saber si arrojaran una bomba, lo mismo que un paquete de medicamentos o comida.

¿Desde dónde comprender la dignidad humana, hacia dónde orientar la libertad en la unipolaridad totalizadora del new world order en Oriente Próximo? Hacia esa comprensión-explicación del fenómeno palestino, terrorista y talibán es al que tendrán que aspirar las reflexiones de los estudiosos de las humanidades y las ciencias sociales en el siglo XXI.

Para intentar una aproximación temeraria al problema empezaremos por mencionar desde dónde proclamamos una carencia de dignidad y de libertad humana si no es desde el estrado  norteamericano, desde la tortura misma de Guantanamo. Y es que aun cuando recientemente Obama ordenara su cierre, ¿realmente cerró en el imago mundi la tortura? Para responder a esta pregunta es necesario remontarnos a las declaraciones de Dershowitz sobre la tortura, su justificación y el estatus de legalidad al que se pretende llevar.[16] La cuestión no es torturar como una forma de castigar, es torturar como un mecanismo de acceso a la información que sabe el prisionero y de esta manera salvaguardar la vida de miles de personas en caso de un siniestro inminente del cual sospechamos pero sobre el que prevalece la opacidad del silencio.

Ahora, la tortura es introducida mediante discursos que fluyen como corrientes y flujos eléctricos a través de la mediatización de los medios de comunicación que están en poder y en servicio del Estado ¿algunas vez estarán en manos de sus televidentes?, ¿algún día el poder mediático se concentrará en sus principales actores, el pueblo; y si fuese así podrá existir para sí aun una mediatización, podremos seguir hablando de ella como tal en manos del pueblo?

Realmente no lo sabremos, lo que si podemos observar hoy en día es que en la tortura como medio de defensa y de legitimación ante el mundo por parte del Imperio se ha introducido como un tema en el estrado legal y eso es lo que nos debe poner a pensar en que este mecanismo es aun más peligroso que un apoyo explicito a la misma. Hoy día al menos se presenta la tortura de manera explícita como algo no deseable y hasta repugnable, en cambio, si ésta fuese legal permitirá a sus seguidores practicarla legalmente bajo un desahogo de conciencia en tanto a culpabilidad moral se refiere.

Nada más absurdo que intentar mantener en los límites razonables la tortura con un marco legal específico, pero ésta es la intención del Imperio para todos aquellos que constituyen el ala terrorista en Medio Oriente o que en su defecto no están de acuerdo con las imposiciones que Israel hace en este territorio, que decir de los árabes palestinos quienes ahora tienen que lidiar ya no con las ambiciones de los herederos sionistas sino con las de una superpotencia que ahora también los ve con desdén y odio porque ahora “son también terroristas”[17] y parte del llamado eje del mal. 

Cualquier posicionamiento ético en el mundo podría rechazar con facilidad esta postura utilitarista de los norteamericanos de querer llevar a un estrado legal la tortura y así mismo de etiquetar como terroristas a los árabes. Imaginemos que en Palestina se promoviera esta postura de la tortura  a prisioneros estadounidenses e israelís, de ser así, no tendría la misma mediatización en medios que la alcanzada hoy en día por CNN o la BBC, ya que inmediatamente se encasillaría a los árabes como barbaros fundamentalistas, como irracionales islámicos y esto para occidente sería considerado como un abuso claro y tajante a los derechos humanos. Pero aquí el problema no es cómo lo imaginemos sino que desde la óptica de Oriente ésta postura no cobraría fuerza tal como si la cobra en Occidente.
   
Cuando los norteamericanos detuvieron a Abu Zubaydah la supuestamente segunda persona más importante de Al-Qaida, los medios de comunicación discutieron abiertamente si debía ser torturado. La propia televisora NBC transmitió las declaraciones de Rumsfeld, quien señalaba que su prioridad era salvaguardar la vida de los norteamericanos y no los derechos humanos de los terroristas. Por su parte Alan Dershowitz señaló que la detención de su Zubaydah es un caso típico de una situación límite, ya que no estaba probado que tuviera información inminente sobre un ataque terrorista y podría evitarse si se le torturaba, y además Estados Unidos con esta detención estaría dispuesto a violar los acuerdos de la Convención de Ginebra relativos al tratamiento de prisioneros enemigos.

Todo este debate tras el 11 de Septiembre, recobró más fuerza en la administración norteamericana, en especial por sus altos mandos Rumsfeld y Ashcroft y el propio ex presidente Bush, quienes inmediatamente señalaron que Estados Unidos vivía un estado de guerra contra Medio Oriente y sus terroristas de Al-Qaida. Sin embargo, hoy en día las diferencias entre una situación de guerra y una de paz son cada vez más tenues, tal como sucedió en el conflicto en Israel, ya que en ambos casos se puede llamar un Estado decepción.

De esta manera la división entre amigos y enemigos no se da mediante el reconocimiento de una diferencia objetiva, esto ocurre tanto en el caso de Estados Unidos e Israel y en el caso de estos con los árabes palestinos, ya que en el caso de los primeros el enemigo es siempre el primer agresor; no se le reconoce al pueblo árabe de esta manera por ser diferente, razón por la cual el mayor problema y la principal tarea de la lucha política es Medio Oriente en este siglo XXI es la de proveer y construir una imagen donde estas tres naciones se puedan reconocer a sí mismas. Los judíos no son el enemigo por antonomasia, sino que lo son en última instancia por su apariencia.

Los judíos al carecer de esa estructura interna e identitaria son una Nación negada entre las otras naciones y su esencia nacional reside precisamente en esa ausencia de esencia, tan amorfa como infinita a la vez. En suma, el reconocimiento del otro por parte de Israel y Occidente, no se da desde su negación, mucho menos desde la violencia de la guerra o desde la tortura, ésta se da simultáneamente con la designación de ese “otro” como tal en un proceso que descubra y construya su verdadero rostro: su rostro más humano.

Pero más tangible que esta falta de reconocimiento es la falta de sensatez tanto por parte de los palestinos, como de los árabes israelíes, ya que ambos sufren por parte de Occidente de una discriminación en la distribución de los recursos hídricos, en la propiedad de la tierra, en bienes y servicios como medicinas y hospitales. A Arafat, por ejemplo, en su momento se le exigió acabar con el terrorismo palestino al tiempo que Israel atacó militarmente a la autoridad palestina sin darse cuenta que los terroristas no sólo habitaban en su pueblo sino en las entrañas mismas de esta identidad binacional.

 Y es que la cuestión ya no radica en la crueldad y arbitrariedad hacia los palestinos en los territorios ocupados, sino en que se les reduce su status como humanos, como homo sacer, objeto de la mediatización que Occidente ha difundido a través de sus discursos como terroristas y esto los margina de la posibilidad de consolidad una memoria histórica plena, al no tratárseles como ciudadanos en plena igualdad de sus derechos, sino como objetos susceptibles de aniquilación en un territorio judío-cristiano. Allí es donde reside la más grande prueba ética que deberán superar los israelíes del siglo XXI, donde la expresión “Ama a tu prójimo como a ti mismo” signifique también “ama a tu vecino” y a un tiempo se exprese o un “ama al palestino”.

Sólo de esta forma es como el discurso historiográfico palestino que se decide emprender en el siglo XXI cobrará sentido. Y lo tendrá desde el reconocimiento del otro como uno mismo, empezando por Medio Oriente y enviando ese mensaje de unidad y de fortalecimiento de la memoria hacia Occidente. Sólo de esta forma, bajo el reconocimiento de la memoria histórica del “otro” es como se podrá fortalecer una identidad binacional en el territorio que hoy ocupan israelíes y palestinos.

NOTAS
 * Historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), egresado de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y titulado con Mención Honorífica por la Tesis José Revueltas y el Problema de la vanguardia del proletariado en el Partido Comunista Mexicano 1930-1960. Sus áreas de especialización recaen en la historia cultural del siglo XX, específicamente en México y América del Sur. Así como estudios sobre Ética, Memoria, Teoría, Filosofía y Metodología de la Historia. Actualmente trabaja sobre la construcción de un modelo ético para la cultura de la memoria en América latina a partir del impacto del movimiento estudiantil en México 1968 y del Estado de Terror en Argentina 1976. 
[1] SAID, Edward. Orientalismo. Editorial Libertarias, Madrid, 1990. Pág. 19-20.
[2] VALABREGA, Guido. La Revolución árabe. Fondo de Cultura Económica, México, 1972
[3] DINER, Dan. “Israel: el problema del Estado Nacional y el conflicto del Oriente Próximo”. En Wolfgang Benz y Hermann Graml (comp.) Historia Universal Siglo XXI. Vol. 36. El Siglo XX III. Problemas mundiales entre los dos bloques de poder. México, Siglo XXI editores, 1990. Pág. 146.
[4] WEINSTOCK, Nathan. El sionismo contra Israel. Una historia crítica del sionismo. Editorial Fontanella, Barcelona, 1970. Pág. 63.
[5] DINER, Dan. Op. Cit. 1990. Pág. 164-171.
[6] WEINSTOCK, Nathan. Op. Cit. 1970. Pág. 82.
[7] DINER, Dan. Op. Cit. 1990. Pág. 147.
[8] RUIZ BRAVO, Carmen. La controversia ideológica nacionalismo árabe-nacionalismos locales. Oriente 1918-1952. Instituto Hispano-Árabe de cultura, Madrid, 1976. Pág. 86-93.
[9] Véase al respecto JALIDI, Walid. “¿Por qué se marcharon los palestinos? Un examen de la versión sionista del éxodo de 1948”. En Estudios árabes. Año 1, Número 4, Pág. 71-115. Fundación Argentino-Árabe, Buenos Aires. Octubre-Diciembre, 1982.
[10] HOBSBAWM, Erick. Historia del siglo XX.1914-1991. Barcelona, Editorial Critica, 1995. Pág. 450.
[11] ACHCAR, Gilbert. “Mundo árabe, Islam y democracia;. pág. 328. En  ALBIÑANA, Antonio. Geopolítica del caos. Madrid, Debate, 1999. Capítulo 13: EL ISLAM: LAS DISTINTAS VERTIENTES DE UN MUNDO EN EXPANSIÓN.
[12] NAIR, Sami. “Las causas del crecimiento del islamismo”; pág. 317. En  ALBIÑANA, Antonio. Op. cit. 1999.
[13] REINHART, Tanya. Israel-Palestina: cómo acabar con el conflicto. RBA Libros, Barcelona, 2004. Pág. 14-15.
[14] “Criminals or pows? Debate swirls over status of al-Qaida, Taliban captives”. En The free lance-star 3 de febrero del 2002.  Consultado en [http://news.google.com/newspapers?nid=1298&dat=20020203&id=WzIzAAAAIBAJ&sjid=iggGAAAAIBAJ&pg=6414,692453] el 30 de marzo del 2010.
[15] “Obama defiende la guerra justa”. El país. España 10 de diciembre del 2009. Consultado el 10/12/09 en [http://www.elpais.com/articulo/internacional/Obama/defiende/guerra/justa/elpepuint/20091210elpepuint_10/Tes]
[16] DERSHOWITZ, M. Alan. Want to Torture? Get a Warrant. January 22, 2002. Consultado el 26/03/2010 en [http://articles.sfgate.com/2002-01-22/opinion/17527284_1_physical-pressure-torture-terrorist]
[17] RUBIN, Barry. “¿Por qué los árabes odian a Estados Unidos?” En Foreign Affairs. Enero-marzo, volumen 3, número 1; año 2003.